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viernes, 9 de enero de 2015

"Ibiza ya no es lo que era..."

"Ibiza ya no es lo que era...". Esta frase parece que fue pronunciada por primera vez por un comerciante fenicio a unos amigos egipcios en una taberna de Alejandría, allá por el año 600 antes de nuestra era (tomo prestada esta genial introducción del imprescindible blog de Danny Kay, "Ibiza Holiday Secrets"). No hay viajero ni turista que no haya oído esta sentencia varias veces antes, durante y después de su primera visita a Ibiza. Probablemente desde hace muchos y muchos años...


Bromas aparte, parece que las primeras impresiones que deja la isla a cualquiera que haya puesto sus pies en ella a lo largo de los siglos acaban mudando y convirtiéndose en una especie de nostalgia que no deja de tener cierto tono negativo. Danny lo atribuye en su blog a la evolución psicológica natural de toda persona que haya puesto sus pies alguna vez en este rincón del Mediterráneo. Lo llega incluso a comparar con una especie de virus contagioso que afecta a prácticamente todos y que se debe al hecho de que somos las personas las que cambiamos y maduramos a lo largo de los años, no los lugares.

Lo que claramente pierde de vista nuestro amigo "blogger" es que Ibiza cambia y evoluciona a un ritmo imparable. Me atrevo a decir que no solamente lo hace sino que además, desde su modesta geografía, es vanguardia del cambio desde hace muchas décadas. Es por eso que ha sido y sigue siendo el centro de gravedad de muchísimas personas y personajes, polo de atracción de creatividad y de tendencias que se expanden y crean escuela por todo el Mundo. 

Es evidente que la propia evolución de la isla hace madurar hasta dejar obsoletos esos clichés que para muchos significaron la esencia de lo que un día los enamoró. Pero también es evidente que esa transformación, año tras año, ha significado que Ibiza no haya dejado de ser nunca la punta de lanza de todo lo que ha acabado marcando su propia época. Partiendo de la autenticidad bohemia de los años previos al boom turístico de la década de los 60... 

Pasando por la "colonización" hippy que marcó la identidad de la isla para siempre...

O por los alocados años 80 con toda su sensualidad, su glamour y sus excesos...



Hasta las últimas dos décadas con la consolidación de la electrónica y los superclubs, los aftersla música chill-out y las fiestas interminables en cualquier rincón de la isla...



Y finalmente, en nuestros días, el reinado de los DJs y los "beach clubs", la aparición de nuevas ofertas de ocio, alternativas, más maduras. No se puede poner en duda que hoy el turismo de lujo se ha convertido en el motor que está moviendo notablemente la economía local y que está empujando a Ibiza hacia una de las mayores transformaciones de su historia.



No, amigo Danny, no es sólo que la gente madure. Esta isla evoluciona y revoluciona nuestra cultura a una velocidad vertiginosa. Se mueve marcando dirección y tendencias que muchos otros destinos del planeta imitan, desde nuestro entorno mediterráneo hasta los desiertos de Estados Unidos, o las selvas de Brasil. Y lo que maravilla es la capacidad que tiene de reinventarse continuamente para ser ese lugar que fascina, atrae y atrapa, generación tras generación, sin dejar de mantener su esencia, su espíritu de libertad como principal marca de identidad.



Eso sí, que no nos deslumbre esa energía tan especial que desprende Ibiza. No es ilimitada, y si no la cuidamos, la respetamos y la protegemos, podemos acabar viendo cómo desaparece para siempre convertida en una simple caricatura de lo que una vez fue.



sábado, 14 de junio de 2014

Un año...

Hace pocas semanas cumplimos nuestro primer año de residencia fija en Ibiza. El tiempo parece haber pasado rapidísimo pero a su vez nos parece increíble la cantidad de recuerdos acumulados en estos primeros 12 meses de nuestra "vuelta a casa". Ha sido tanto lo vivido y experimentado, han sido tan numerosas las satisfacciones acumuladas que no nos queda duda alguna de haber tomado la decisión correcta al decidir ligar nuestro futuro al de esta isla maravillosa.


Ibiza no deja de ser un lugar lleno de contradicciones, de contrastes muy marcados. La intensidad, en ocasiones brutal, de los meses de verano causa una inercia que impulsa la vida en la isla el resto del año. Por lo que parece, cada vez más. Pero es precisamente esa intensidad, y la calma que le sigue, lo que parece ayuda a fijar tanta experiencia de manera imborrable en nuestra memoria.
Nosotros hemos tenido la suerte inmensa de haber sido adoptados de manera incondicional por nuestra nueva familia ibicenca. Un grupo heterogéneo de gente venida de todo el Mundo que se estableció aquí hace tiempo, o que año tras año acude a trabajar, vivir y disfrutar de la Ibiza sensual, divertida y eterna que magnetiza a todo el que la pisa. Ellos son sin lugar a dudas, el mejor regalo que Brasil nos hizo cuando ya habíamos decidido dejarlo para siempre (o casi). ¿Quién nos iba a decir que los últimos - y a su vez los mejores- meses de nuestra aventura brasileña serían los que nos abrirían las puertas de manera tan directa hacia el destino que desde hacía años perseguíamos?


Nuestra mente es un instrumento alucinante. Impresiona la sensación de haber vivido tanto en tan poco tiempo. Mucho más cuando echamos la mirada atrás y los 6 años transcurridos en Brasil aparecen como una sucesión confusa de días sin demasiado orden ni sentido, como una lucha sin rumbo definido que nos llevó a la extenuación y en la que nos sentimos atrapados desde un buen inicio. El sentimiento que prevalece ahora es que fue un trámite duro pero necesario para traernos hasta aquí. Pagamos un precio caro en frustraciones y desilusiones que parecen estar siendo compensadas de manera rápida en lo profesional y en lo personal.


He oído por ahí que Ibiza y Tánit, su diosa protectora, son mujeres caprichosas e impredecibles, pero que devuelven con agradecimiento todas las ilusiones, las esperanzas y el cariño que depositamos sobre ellas. Nosotros empezamos a estar convencidos de que es cierto. 


martes, 22 de abril de 2014

Conducir por Ibiza...

Tras 6 años viviendo en Brasil pensaba yo que llegaba de vuelta a casa curado de espanto en lo que a moverse por carretera se refiere. Allí he llegado a vivir situaciones tan surrealistas como detectar una vaca, parada en medio de una curva a ciegas, sólo por el olor que desprendía el aninalito a pleno solano tropical. El aroma era capaz de alisarte el cabello a 50 metros de distancia sin necesidad de planchas ni producto químico alguno.

Anécdotas aparte, no descubro nada mencionando la forma caótica y desorganizada en que se conduce en muchos países de América Latina. Brasil no es para nada una excepción, sobre todo pensando en que en ciertas áreas rurales y del interior no saben lo que es una autoescuela, ni falta que les hace...

Total, que no venía yo pensando que mi vida en Ibiza se iba a convertir en una nueva aventura cada vez que salgo a la carretera. Por circunstancias de mi trabajo en la isla, debo moverme a lo largo y ancho de ella a diario, cosa que en un principio me extasiaba y que, tras un año por aquí, continúa haciéndome enormemente feliz. Pero ya dijo el sabio que la felicidad es una cosa efímera, sobre todo si compartes el asfalto con compañeros de carretera que, en general, consideran que las líneas continuas son un fantástico adorno que algún simpático grafitero debe haber tenido la amabilidad de colocar para su regocijo y diversión. 


A ese grupito encantador de "invasores de carriles", de los cuales puedo contar varios centenares a lo largo de la semana, se une toda una fauna variopinta que incluye payeses en vespino, manadas de ciclistas en doble y triple fila, guiris (y nacionales) puestos hasta las trancas, abueletes de paseo con su Fiat Panda de alquiler, "lamematrículas", británicos conduciendo como en casa,... Todo un crisol de posibilidades que te puedes encontrar tal y como sales de casa y que convierten tus desplazamientos diarios en toda una "gincama", una aventura apasionante que se une a tu disfrute del precioso paisaje ibicenco.


Si ya es difícil en ocasiones aislarse de ese paisaje que hechiza y centrarse en la carretera, súmale a eso los drenajes de las autovías que las convierten en un fantástico estanque para patos cada vez que caen cuatro gotas, esos márgenes que en ciertas épocas del año son una auténtica huerta salvaje o un encantador erizo que cruza la carretera a 2 por hora y que por nada del mundo querrías atropellar. Vamos, que si le añadimos a todo el pastel la anunciadísima etapa final del famoso y desmadrado Gumball 3000 que acaba en la isla este verano, esto va a ser digno de tebeo de Ibáñez. Solo faltaba leer los anuncios del Consell de Ibiza proclamando a los cuatro vientos que aquí no vamos a ver ni uno de esos bólidos desfasando por nuestras carreteras para que el descojono generalizado se oiga a varios kilómetros de distancia, mar adentro, y por toda la costa, desde Murcia hasta Girona...



lunes, 26 de agosto de 2013

Brasil tras las protestas

Muchas lecturas e interpretaciones han surgido en Brasil tras las protestas de junio en un intento de comprender el sentido y las consecuencias políticas de esa toma masiva de las calles por parte sus ciudadanos. En los últimos tiempos los discursos políticos de los distintos grupos, tanto de gobierno como de oposición, intentaban dar sentido al silencio de las masas. El gobierno y sus seguidores decían que había una amplia satisfacción popular debido al crecimiento económico y a la inclusión social. La oposición solía decir que había fuerte descontento, pero que las encuestas no lograban demostrarlo. Tras las protestas, las explicaciones de todos fueron puestas en jaque.


Después de diez años de gobiernos encabezados por el Partido de los Trabajadores (PT), Brasil presenta un escenario socioeconómico más favorable que en el período neoliberal (década de los 90). El boom de las primeras materias iniciado en 2003 permitió al país vivir un ciclo de expansión de exportaciones agrícolas y mineras para mercados asiáticos emergentes, principalmente a China, que paso a paso se tornó el principal socio comercial de Brasil. Con más divisas, equilibrio macroeconómico y superávit comercial sostenido, el presidente Lula, electo en el comienzo de esta nueva coyuntura macroeconómica, contó con la fortuna necesaria para un buen gobierno y supo administrar el país con la virtud de un gran líder. A partir de una correcta (mas no la única posible) lectura de la realidad, el líder acabó por crear las condiciones de la construcción de una nueva hegemonía política, que consiste en la constitución de una amplia coalición de partidos políticos, movimientos sociales, élites económicas y grupos de interés, capaz de promover la reducción de la miseria y de la pobreza sin tocar los intereses fundamentales de la cúspide de la pirámide social.

Las políticas de transferencia de ingresos de emergencia (Bolsa Familia) y la valorización del salario mínimo posibilitaron el crecimiento del mercado interno, lo que contribuyó, a proteger el país de la crisis económica mundial que emergió en 2008. Esas políticas simultáneamente respondían a las demandas de las clases más pobres por inclusión social (D y E) y a las de las clases más altas (A y B), por equilibrio y crecimiento económico. La gran incógnita pasó a ser la clase C, principalmente sectores con mayores ingresos en esta clase, que antes votaba PT y que pasó a buscar una tercera alternativa a la alternancia PT – PSDB (el principal partido de oposición).


La fórmula lulista fue un éxito y reequilibró la hegemonía política del país, no solo al incluir las clases D y E desde el punto de vista económico, sino al abrir oportunidades a actores políticos con origen en diversos movimientos sociales (sindicatos, estudiantes, lucha por la tierra, minorías, etc.) La táctica fue dividir el aparato del Estado entre los intereses, de acuerdo con la fuerza política de los actores: por ejemplo, Ministerio de Agricultura para el agro-negocio; Ministerio de Desarrollo Agrario para la reforma agraria y la agricultura familiar.

El discurso en la izquierda fue que el gobierno se encontraba en disputa y de que no habría alternativa políticamente más viable que ellos. Era necesario, entonces, apoyar las pautas progresistas y combatir las pautas conservadoras, pero siempre dentro de la coalición.El problema político se evidenció cuando el lulismo llegó a su posible agotamiento, cuyo marco fue el brote de masivas manifestaciones espontáneas en junio de 2013. La fórmula lulista del pacto amplio, posibilitó la inserción económica de grandes estratos sociales anteriormente excluidos, sin embargo esa inclusión se dio básicamente a través del consumo. El aumento de la capacidad de los individuos para consumir bienes básicos y superfluos significó, para aquellos que se beneficiaron, un aumento de bienestar y al mismo tiempo garantizó la ampliación del mercado interno, necesaria para el crecimiento de la industria nacional. No obstante, la misma fórmula lulista de pacto amplio también impidió que políticas públicas más osadas para la promoción de ciudadanía y de ampliación de derechos fuesen tomadas. Es decir, la fortuna y la virtud lulista tenían un límite: la inclusión debía darse, primordialmente, por el consumo y por la lógica privada y no por la ciudadanía o por la lógica del bien público.

La expansión de lo público se observó en el caso del fortalecimiento de las universidades federales. Esto no impidió, sin embargo, que la educación superior privada creciera más que la pública, ni tampoco significó una mejoría importante de la educación básica, relegada a cada coyuntura regional y a los acuerdos de gobernabilidad con los gobernadores y alcaldes. Lo mismo podría ser dicho sobre la salud: el fortalecimiento del sistema público de salud no quita a nadie el deseo de tener un buen plan privado de salud.

Fue justamente un desafío a la lógica de lo privado en detrimento de lo público el primer mensaje que emanó de las calles durante las protestas y que llevó multitudes a las manifestaciones de junio. La negativa popular al aumento de la tarifa del transporte público en la ciudad de São Paulo fue el catalizador de un inmenso número de demandas y pautas que más adelante aparecerían escritas a mano en pancartas exhibidas en las calles de todo el país. De esa multiplicidad, sin embargo, pueden ser extraídos los temas principales: educación pública, salud pública, derecho a la ciudadanía y movilidad urbana, seguridad pública, reducción de la violencia y criminalidad, derecho a la vivienda y el combate a la corrupción.


La lectura más detallada de las propuestas revela, sin embargo, cierta coherencia en la polifonía de las calles: la demanda es por lo público. Los partidos políticos de izquierda y los movimientos sociales tradicionales no tienen condiciones políticas ni legitimidad para liderar tales protestas, justamente por el hecho de que han compuesto y legitimado el gobierno que ha resuelto parcialmente los problemas sociales, pero que también cristalizó los límites para cualquier solución más radical y profunda.

La nueva clase trabajadora, una vez beneficiada por la inclusión en el mundo del consumo, desea derechos y ciudadanía: percibió que la vida mejoró de la puerta de la casa para dentro, más sigue desagradable de la puerta hacia fuera, es decir, en el espacio público. Está claro también que el aliento y el alcance de las protestas realizadas de manera espontánea fueron limitados. Sin la organización profesional del movimiento exigida por el mundo de la política, la fiscalización cotidiana del poder no se realiza y después de los síntomas de fiebre o convulsión el cuerpo político tiende a volver a la normalidad: (a) la reforma política y el plebiscito no serán llevados a cabo y (b) la popularidad de la presidenta Dilma Rousseff, tras una caída de 27 puntos porcentuales luego de las protestas, ha empezado a mejorar. El mensaje, no obstante, fue dado a la izquierda oficialista y al gobierno: el pueblo quiere más y cuando salga a protestar ya no será bajo su dirección.



Fuente: Felippe Ramos (americaeconomia.com)


martes, 30 de julio de 2013

Los 10 años que cambiaron Brasil

La Bolsa Familia, el más amplio programa de transferencia de renta en la historia brasileña, cumple diez años. Lanzado en octubre de 2003, poco antes de la llegada de Lula da Silva a la presidencia, benefició hasta el día de hoy a más de 50 millones de personas y ayudó a cambiar el rostro del país. Los requisitos básicos para optar a este benefico son dos: tener una renta familiar inferior a 35 dólares por integrante de la familia y que los niños frecuenten una escuela al menos hasta completar el primer ciclo.

Si en el primer año el programa llegó a 3,6 millones de domicilios brasileños, faltando poco para cumplir una década alcanza ya a 13,9 millones a lo largo y a lo ancho de todo el país. Considerándose la media de cuatro integrantes por familia, podemos afirmar que llega a unos 52 millones de personas, una población superior a la de Argentina. Casi medio México.

El presupuesto destinado al Bolsa Familia en 2013 es de 12.500 millones de dólares, con un valor promedio de 35 dólares por miembro de familia beneficiada. Es poco, por cierto. Pero para los que se benefician, es muchísimo. Es la salvación.



Actualmente siguen beneficiándose de la Bolsa Familia un 45 por ciento de los inscritos originalmente en 2003. Son 522.000 familias que jamás dejaron de recibir la ayuda del gobierno. No hay datos oficiales sobre el 55% restante que inauguraron el programa, pero se considera que la mayor parte de ellos alcanzó otras fuentes de renta que, sumadas, superan el mínimo determinado para que recibiesen el subsidio.

Hay registros que muestran que, en diez años, 1,7 millones de familias, 12% del total que recibieron beneficios en ese tiempo, desistieron voluntariamente del beneficio, por haber obtenido ingresos superiores al piso mínimo permitido para optar al programa.

Las conclusiones de todos los estudios dedicados a analizar los efectos de la Bolsa Familia son unánimes en asegurar que ha contribuido de manera decisiva para reducir las inmensas brechas y desigualdades sociales que siempre han sido una de las llagas más visibles del país.

Cuando se implantó, el programa fue blanco de críticas furibundas de la oposición y de los grandes conglomerados de medios de comunicación, que lo reducían a un mero asistencialismo sin mayores efectos. Hoy admiten, a regañadientes, el papel esencial de la Bolsa Familia, el más visible de todos los programas sociales de los gobiernos de Lula da Silva y ahora de Dilma Rousseff, para aliviar las dificultades de familias vulnerables, asegurando que al menos sus hijos tengan acceso como mínimo a servicios básicos de educación y salud. 

Contrariando la tesis que decía que la transferencia de renta a través de programas del Estado iría a perpetuar la miseria (la crítica más sonada hace diez años era la siguiente: si reciben dinero del gobierno, ¿para qué trabajar?), el resultado obtenido hasta ahora indica lo contrario.



Para recibir el beneficio, los niños tienen que frecuentar la escuela, donde reciben atención de la salud pública. Deficiente, insuficiente, por cierto. Pero mejor que nada. Pasados diez años, muchos de los hijos de las familias amparadas por el programa ahora viven por su propia cuenta, escolarizados y con oportunidades concretas en el mercado de trabajo.

Las estadísticas indican que 70% de los beneficiados con más de dieciséis años de edad lograron trabajo, contribuyendo al aumento de la renta familiar.

Las familias más numerosas, y que viven en condiciones de miseria, reciben beneficios superiores a la media, que es de unos 300 dólares mensuales. La propuesta es complementar la renta familiar hasta alcanzar niveles mínimos. Los que tienen hijos en edad escolar tienen que comprobar que los niños van a la escuela. Algunas familias llegan a recibir 650 dólares al mes, dependiendo del número de hijos menores. Suele ser normal, en áreas de miseria extrema, que una pareja tenga ocho, nueve, diez hijos. En tales casos, la supervivencia de todos depende directamente de lo que reciben de la Bolsa Familia.


Pasados estos diez años no hay lugar a ninguna duda: el perfil de la pobreza cambió radicalmente en el país. Muchas casas de pobres han sido ampliadas, recibieron tejados nuevos, pasaron a tener pisos de cemento o cerámica. Son casas muy humildes pero que cuentan con refrigerador, lavadora, televisores y, en muchos casos, con un ordenador con conexión a la Internet popular (a precios muy bajos, subsidiados).

Y saltan a la vista, entonces, algunas de las incongruencias típicas, quizá inevitables, de esta etapa de transición entre miseria y pobreza, o entre distintos perfiles de pobreza. Hay casas de barro, sin desagüe y en condiciones sanitarias muy precarias, ostentando antenas parabólicas de televisión. Otras cuentan con luz eléctrica muy precaria, pero hay teléfono celular. Funciona mal, es verdad. Pero a veces funciona. 

Hay casas con piso de tierra, sin agua potable ni alcantarillado, con el baño afuera como hace medio siglo, pero con televisión. En algunos estados brasileños, el analfabetismo es de tal manera crónico que impide hasta la instalación de industrias que generarían empleo y esperanza de futuro.



Sí, es verdad, la miseria y la humillación persisten, pero ahora persisten de manera menos contundente, menos permanente. Ya no es como una sentencia eterna, un destino de por vida.

Por mucho tiempo politólogos, sociólogos, antropólogos y un montón más de ólogos seguirán discutiendo las bondades y las fallas de un programa destinado a redistribuir renta, a través del Estado, a los desamparados de siempre. Se seguirá debatiendo los pro y los contra del asistencialismo de Estado. Y, mientras tanto, 52 millones de brasileños habrán eludido un futuro cruel y pasando de la humillación de la miseria a la pobreza digna.


(Fuente: El País, Eric Nepomuceno)


sábado, 6 de julio de 2013

Brasil: ya estabas tardando...

He esperado unas cuantas semanas antes de aventurarme a escribir en este blog mi opinión sobre lo que ha pasado este mes de Junio en Brasil. Quería observar con tranquilidad y la perspectiva de los días pasados el efecto que la oleada de protestas puede estar generando en el panorama social y político del país. Por supuesto no vamos a tener una idea clara del alcance hasta que no pasen unos cuantos meses, incluso años. Pero es buenísimo observar que los brasileños empiezan a salir de su letargo, empiezan a madurar y a hacer oír la voz de una sociedad que llevaba demasiados años con una venda en los ojos compuesta principalmente de "pan y circo". Parece ser que finalmente el gigante empieza a despertar.


Unos cuantos años viviendo allí lo inmunizan a uno de la indignación que en muchos casos aflora cuando se instala y empieza a experimentar el día a día. Llega un momento en que la retórica vacía de los diferentes gobernantes, el discurso de los varios partidos que conforman el complejo arco parlamentario, obligan a desconectar de toda esa estupidez, no sea que la única neurona que todavía le funciona a uno acabe por saturarse. Puede que esa manera infame con la que los poderes vivos del país intentan controlar y aborregar al pueblo, mucho más perceptible para el que viene de otros lugares del planeta, sea la culpable de que muchos de nosotros no hayamos podido nunca acabar de identificarnos con Brasil,  de sentirlo como algo nuestro. En mi caso, ese ha sido uno de los principales motivos. Si ampliamos el enfoque, más allá de la corrupción más o menos encubierta que pudre todas las áreas críticas de crecimiento del país, y miramos hacia bancos y demás instituciones financieras, sobre todo a las compañías de tarjetas de crédito, el residente extranjero no puede entender como los brasileños han permitido toda esa serie de abusos y cara dura durante tantos años.

En mi opinión, la raíz de todo este movimiento de protesta se encuentra en el hecho de que el ciudadano brasileño está madurando a todos los niveles. La emergente clase media está mucho más informada, ha subido rápidamente el nivel cultural, dispone de medios para viajar hacia Europa y los Estados Unidos y no puede menos que comparar el nivel de respeto al ciudadano y la transparencia institucional que se observa en la mayoría de los países que visita (aunque aquí nosotros, sobre todo al Sur del "Viejo Mundo", no estemos en nuestro mejor momento para dar lecciones ni ejemplo a nadie). Los servicios sociales y las infraestructuras, auténticos pies de barro del gigante brasileño en estos momentos, se encuentran en Europa a años luz de los que disfruta el ciudadano de Río de Janeiro o de Sao Paolo (por poner el ejemplo de los dos puntos principales de desarrollo del país).

En cuanto a las reacciones iniciales del gobierno, no sorprende a nadie la sarta de tópicos y de obviedades que la presidenta Roussef regaló a sus conciudadanos el pasado día 21.De nuevo un discurso vacío que ya no engaña ni satisface a nadie. Sólo hay que ver la reacción que generó en gran parte del país su intervención televisiva. Las imágenes lo explican todo...


Lo que realmente preocupa es que tras observar estas reacciones, la tal Dilma continúe profiriendo esos mismos tópicos y frases vacías por allá donde va. Aquí una perla: el país debe sentirse orgulloso de tener una sociedad que protesta en democracia y que, a diferencia de lo que se ve en Europa en medio de la crisis financiera, no se reclama por derechos perdidos sino por "los que aún no fueron conquistados". Aquí otra: si comparamos esas manifestaciones con las que ocurren en otros países, veremos que son diferentes, que en Brasil se protesta en democracia y el gobierno escucha la voz de las calles.


O sea, Sra. Roussef, que no ha entendido usted nada. Siga tratando a su pueblo como si siguiera siendo una panda de campesinos analfabetos, o de gente que da la espalda a los problemas reales de su país, y veremos lo que tarda la gente en volver a salir a la calle, con mucha más mala leche e intensidad. De momento dé usted gracias a que su equipo nacional le ha ayudado a despistar la atención por unos cuantos días ganando la Copa Confederaciones. En cuanto el efecto circo pase, veremos si el gigante realmente sigue despertando. 

Quiero agradecer además la aportación del amigo Jordi Claramunt desde Natal, Brasil que nos envía una imagen que no podía dejar de incluir en este post. 

Literalmente nos dice: ""#elgigantedespertó. Ahora solo falta levantarse, ducharse, lavarse los dientes e ir para la escuela. #paracambiarelpais, todo debe comenzar por la educación". Nadie mejor que los propios brasileños para darnos la clave de por donde debe comenzar esa revolución y ese cambio profundo que su sociedad está reclamando en la calle.

domingo, 19 de mayo de 2013

Brasil: y el futuro llegó...

Tomando de nuevo como referencia el libro de Stefan Zweig que inspiró el título de este blog, parece que ese "país de futuro" que ya es Brasil se enfrenta al reto de demostrar al resto del Mundo que efectivamente llegó el momento de convertirse en ese líder que todas las previsiones anticipan. Con los ojos del planeta atentos al desempeño de los próximos acontecimientos internacionales a ser celebrados en breve en este "gigante adormecido", parece que las dudas por la desaceleración económica de los dos últimos años hacen mella en el hasta ahora alto nivel de autoconfianza que el brasileño disfrutaba.


A pesar de que Brasil vive un momento económico que requiere bastante precaución, principalmente por el bajo crecimiento del último año y de las proyecciones para este 2013, y de algunas señales de aumento inflacionario, el país vive también un gran y positivo empuje en lo social. Especialmente destacable es el que ya disfruta su clase media, que representa prácticamente al 50% de la población, y el mínimo histórico en los niveles de desempleo. A un año del inicio del Mundial de Fútbol y poco después la llegada de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, Brasil intenta también conseguir la organización de la Expo 2020 en Sao Paulo, con una estimación de 30 millones de visitantes. Está claro que la cultura brasileña va a conseguir una atención importantísima en los próximos años que ayudará a la promoción universal del país, pero que a la vez supondrá una presión extra a la hora de ser juzgados como país capaz de ejercer el liderazgo que anhela.



Pero no todo son flores. El tiempo pasa, y rápido. Brasil necesita espabilar y atacar los problemas de base, de infraestructuras. No puede aceptar vivir en el clima de guerrilla urbana que está viviendo. Podemos afirmar que a día de hoy es más peligroso caminar por algunas zonas de Sao Paulo que hacerlo por ciertos países de Oriente Medio que están en guerra desde hace años. El miedo se ha apoderado de las mentes de los ciudadanos, que no pueden por más tiempo vivir presos tras las rejas de sus enormes condominios. La justicia brasileña necesita ser rápida y eficiente, pues la credibilidad del país sufre enormemente cuando se ven a diario en los noticiarios de televisión juicios de asesinatos que acontecieron hace casi dos décadas.



Brasil necesita una revolución educativa, un esfuerzo a todos los niveles de su gobierno y de su sociedad para continuar creciendo, aumentando las rentas y la productividad. Se necesita un cambio radical en el área sanitaria, con mucha más seriedad en el manejo del dinero público y un respeto cierto a los ciudadanos. La solución no pasa por construir nuevos hospitales sino por equipar convenientemente los ya existentes y por remunerar adecuadamente a los que trabajan en ellos. El gigante de América Latina necesita agilizar sus leyes, y dejarlas claras, pues las obras de carreteras, puertos, aeropuertos y tantas otras necesarias no pueden sufrir semejantes retrasos a la hora de conseguir sus licencias y su aprobación. Es más, deben contar con la debida seguridad jurídica, se deben cumplir y respetar los contratos de obras públicas que han sido un agujero negro por el que se han desvanecido fondos públicos incesantemente.

El futuro ha llegado para Brasil, y el país necesita estar preparado para realmente alcanzar ese papel protagonista que desea en el Mundo globalizado actual. 


lunes, 13 de mayo de 2013

De vuelta en casa

No hay sensación comparable a sentirse de nuevo en casa. Volvemos a nuestro querido país tras nuestra aventura brasileña con más proyectos de futuro y mucha más ilusión de los que nos impulsaron a cruzar el Atlántico en 2007. Han sido 6 años de lucha, de trabajo incesante, de decepciones y alegrías, de incomodidades y nostalgia, de diversión y tedio, de esperanzas truncadas y de optimismo por el regreso. El Nordeste de Brasil se ha revelado como un lugar difícil para trabajar, en muchas ocasiones ingrato, donde el esfuerzo, la ilusión y las ganas no han significado nunca una garantía cierta de buenos resultados. La incertidumbre ha sido siempre una constante que se escapaba a nuestro control a la hora de empezar un proyecto.


Por supuesto dejamos atrás grandes amistades y buenísimos recuerdos de una casa y un pueblecito idílicos donde hemos sido felices y nos hemos sentido privilegiados de disfrutar de un entorno precioso, de una naturaleza inmaculada. Desayunábamos todas las mañanas en nuestro jardín acompañados de una familia de monitos que nos observaban con curiosidad, incluso divertidos, mientras esperaban recibir su ración diaria de fruta o pan. Echaremos de menos esos silbidos que siempre nos anticipaban su llegada...


Dejamos además asuntos personales y profesionales pendientes que nos servirán como excusa perfecta para volver a visitar a menudo a todos esos amigos que no queremos dejar de sentir cerca en los próximos años. No dejaremos de insistir tampoco en que vengan a vernos a casa siempre que quieran disfrutar de nuestras amadas Barcelona e Ibiza

Nos consideramos privilegiados al haber esquivado quizás los años más ingratos de la crisis financiera que ha azotado Europa. Llegamos en un momento en que las cosas parecen empezar a remontar ligeramente y no nos podemos quejar por las oportunidades de trabajo y de futuro que ya se nos han abierto tan solo llegar. Traemos con nosotros una ilusión y unas ganas que seguro contribuirán a dar un empujoncito extra a nuestra gente y nuestro entorno para ver las cosas con mucho más optimismo. Llegamos con la cabeza mucho más fría que la de los que han vivido de manera directa todos estos años la avalancha de negatividad, de indignación, de dudas e incertidumbre sobre el futuro que esta desafortunada situación económica ha provocado.


Nos hemos empapado ya de cariño, de risas y de buen rollo con familia y amigos de toda la vida (¡¡Gracias a todos por estar ahí!!). Empezamos a dejar atrás todos los recuerdos negativos de nuestro viaje, nos sentimos felices y orgullosos de las lecciones aprendidas y de los buenos momentos vividos, de haber tomado decisiones difíciles y haber sido consecuentes con ellas. Nunca miraremos atrás con la duda de lo que podría haber sido. Creamos un proyecto de futuro que pasaba por Brasil y nos decidimos a dar el salto con el convencimiento de que, independientemente de los resultados, la aventura iba a representar un paso clave en nuestra vida, un aprendizaje impagable. Y así ha sido.

Encaramos nuestro futuro inmediato con la misma ilusión de siempre, con proyectos interesantes, oportunidades buenísimas que nos permiten establecernos en nuestra queridísima Ibiza en los próximos meses. No nos imaginamos un aterrizaje de vuelta mejor. ¡ Hasta siempre Brasil! ¡ Hola Futuro!





domingo, 5 de mayo de 2013

El Liderazgo de Brasil

Con los ojos de medio planeta observando la evolución económica y social extraordinarias del gigante sudamericano, se extienden las voces que intentan desmitificar su papel de líder en la región. Entre las más destacadas aparece un reciente estudio de la Fundación Henrique Cardoso (presidente brasileño entre 1995 y 2003). Se cuestiona seriamente en este estudio el modelo actual brasileño, que ha funcionado en los últimos 10 o 12 años, pero que está dando señales serias de haber llegado al límite y ya no resulta eficaz. El espacio donde los brasileños han hecho valer su liderazgo no es el de América Latina, sino que éste se reduce sólo al ámbito de América del Sur, donde la extensión de Brasil ocupa casi la mitad de ese territorio y tiene frontera con 10 de los 12 países que la integran.



Se argumenta en el estudio de la Fundación Cardoso que la actual crisis del liderazgo brasileño se explica por siete razones: 

1) un modelo de desarrollo centrado en el mercado interno y muy proteccionista;

2) el limitado volumen comercial del Mercosur, Mercado Común del Sur integrado por Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Venezuela y Bolivia (Chile, Colombia, Perú y Ecuador son estados asociados);


3) la ineficacia mostrada por la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas,  organismo de ámbito internacional que tiene como objetivos construir una identidad y ciudadanía suramericanas, al igual que desarrollar un espacio regional integrado);

4) la decisión de Chile, Perú y Colombia de incorporarse al mecanismo del TPP (Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) integrado por Australia, Brunei, Canadá, Colombia,  Chile, Estados Unidos, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam);


5) la “fragmentación ideológica" de los países de la región; 

6) la competencia china a las manufacturas de Brasil dirigidas al mercado regional;

 7) la ambivalente política exterior de los últimos años.



El modelo de desarrollo económico que sostiene Brasil hace cada vez más evidente la imposibilidad de actuar como un verdadero coordinador de un proyecto de integración económica regional y es muy claro al indicar los límites que tiene para el país el espacio económico del Mercosur, donde ya no puede seguir creciendo. La Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana y el proyecto de integración eléctrica, que se veían como instancias estratégicas claves para “empujar” la integración regional, no funcionan y, en todo caso, habría que relanzarlos.


Mientras a nivel interno Brasil lucha contra un alza de precios que amenaza seriamente su crecimiento, subiendo los tipos de interés desde su mínimo histórico, parece claro que por su dimensión geográfica, su población y el peso de su economía, este país seguirá jugando un papel fundamental en la región de América del Sur. Pero se plantea también que el actual modelo de liderazgo llegó a su límite y que para activar ese papel se hace necesario replantear el modelo de desarrollo y los mecanismos de la relación con el resto de países de América del Sur.



viernes, 26 de abril de 2013

El peor error del Empresario

Tras más de 20 años en el mundo de la empresa multinacional y la dirección de proyectos, me siento satisfecho de considerar que la fidelización del cliente ha sido para mi la clave sobre la que he basado siempre la estrategia de negocio. Esta visión de cómo debemos cuidar nuestra cartera de clientes, con sus diferentes enfoques, es a día de hoy un área sagrada a la que ninguna empresa que pretenda ser competitiva puede dejar de prestar seria atención. Aún así, sorprende encontrarse todavía casos en que el empresario continúa dando prioridad y basando sus esfuerzos en atraer nuevos clientes mientras descuida e incluso desprecia a su cartera actual.



Hechos tan demostrados a día de hoy como que un cliente leal y satisfecho vale para la empresa hasta 10 veces más que el coste de su primera compra, o que captar un nuevo cliente llega a costar hasta 6 veces más que satisfacer las necesidades de uno existente, parecen no haber llegado al pensamiento consciente de muchos empresarios que continúan dejando de lado las políticas de atención al cliente y las estrategias de fidelización. Especialmente preocupante es esta circunstancia en Brasil, donde por experiencia propia he vivido casos que no se pueden más que tachar de ignorancia o de simple prepotencia. Uno no deja de pensar que o bien al empresario o empleado de ventas de las empresas de este país son adictos a la dopamina que genera su cerebro en el cierre de una primera venta o que la potencia de la demanda interna les permite el lujo de ignorar a su cartera de clientes ya existentes. El nuevo consumidor brasileño, surgido del alza rapidísima del nivel de vida y del poder adquisitivo que está experimentando su país, se encuentra para su propia desgracia en una fase de conocimiento de sus derechos como cliente en el que es todavía poco propenso a protestar. Las enormes multas que los juzgados y las entidades dedicadas a la protección de los derechos del consumidor están imponiendo a empresas de servicios, en pocos casos parecen hacer mella en ese nivel de exigencia que deberían mostrar frente a las empresas y las marcas. Pero ese es un tema que trataremos más a fondo en otra ocasión...


Lo más preocupante de esta ignorancia sobre cuan importante es basar la estrategia de negocio en la fidelización del cliente es que los efectos y el alcance real de una mala gestión no son perceptibles en el día a día. El "cáncer" puede ir creciendo exponencialmente y conseguir una cura va a conllevar un esfuerzo económico y de tiempo que puede suponer varias veces el coste de una estrategia eficaz y bien dirigida desde el principio. Para tener una mejor idea de lo que supone un esfuerzo de recuperación de una experiencia de cliente insatisfactoria, o incluso desagradable, las estadísticas nos dicen lo siguiente:

- Tan sólo un 4% de clientes insatisfechos se quejan. El resto no considera en muchos casos ni siquiera hacerle el favor de mostrar el error a la empresa que los ha agraviado. "Allá ellos con su forma estúpida de perder un cliente", pensamos muchos de nosotros tras decidir que esa ha sido la última vez que nos han visto el pelo. 

- El cliente agraviado va a ser mucho más pro-activo que uno satisfecho a la hora de compartir una experiencia negativa de compra o de servicio. Las cifras nos indican que la proporción es de 2 a 1. Eso va a determinar que se difunda mucho más rápido y de forma mucho más extensa una queja a través del boca a boca. Siendo esa una de las fuentes más potentes y fiables de publicidad para una empresa entenderemos el alcance del daño que el agravio va a suponer. 

Está claro que la estrategia del "agarra el dinero y corre" quedó a años luz de ser una de las mejores prácticas en el manual del empresario que pretende sobrevivir en el Mundo actual.



Pero la cosa no se queda sólo en garantizar que la experiencia post-venta sea del todo satisfactoria. Debemos poner a disposición del cliente un equipo de profesionales capaces, bien entrenados y motivados en los que habremos delegado la responsabilidad de atender sus necesidades. Debemos disponer de una serie de garantías de servicio y del producto incondicionales (que la experiencia demuestra son las más efectivas y las que a medio y largo plazo son a las que menos deberemos recurrir para solucionar una incidencia). Además de esto el cliente/consumidor actual está demandando un trato transparente, de tú a tú, sin prepotencia ni condescendencia, donde se tenga en cuenta sus preferencias y sus opiniones a la hora de desarrollar y mejorar productos y servicios y donde no se insulte su inteligencia cada vez que surge un problema o reclamación. Las empresas que están actuando de esta forma ya lideran sus sectores de actividad y va a ser muy difícil disputar esa hegemonía, luchar por esos mismos clientes, sin imitar e incluso mejorar ese enfoque de lo que debe ser el "customer service" del presente y del futuro.