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lunes, 1 de julio de 2013

Los Misterios de Ibiza

Tras un mes y pico viviendo en Ibiza, uno empieza a adaptarse al ritmo y a la manera de hacer de la isla, a pesar de haber entrado en una dinámica de trabajo en ocasiones bastante frenética. Habiendo llegado con las ganas enormes con las que deseábamos establecernos aquí, uno anda con los ojos superabiertos, atento a todas las novedades y a los cambios perceptibles que ha experimentado. Llevábamos casi tres años sin pisar la isla en verano y rápidamente uno nota como han evolucionado el ambiente y la vida de este rincón único del Mediterráneo.


Empieza la temporada 2103 con récord de pernoctaciones hoteleras en los meses de Mayo y Junio. Nos llegamos a asustar del nivel de ocupación de alguna de nuestras playas favoritas en un martes cualquiera de inicios de este mes que acabamos de cerrar. Sólo entre vendedores de frutas varias (en macedonia o a pelo), vendedores de mojitos, vendedores de gafas, vendedores de pareos, vendedores de sandwiches varios, de fresas con nata, de chanclas, o de cualquier otra cosa que se le ocurra a uno vender, la playa ya presentaba el aspecto de un mercadillo típico de la isla un sábado del mes de Agosto. El ambiente era insoportable en la arena si ya lo unimos a la media docena de jugadores de palas, a una troupe de funambulistas con su cuerda floja montada en un extremo de la cala y los dos socorristas que patrullan de lado a lado junto a la orilla. Y todo eso en los escasos 25 metros de anchura de un lugar tan idílico como Cala Saladeta. EL misterio reside en adivinar por qué ha tardado tanto el Ayuntamiento de turno en enviar a la Policía Local a llevarse por delante todo ese circo. Lo hicieron la semana pasada y la foto que aquí os pongo muestra los resultados de la incautación llevada a cabo. No es coña, es la foto publicada por el Diario de Ibiza al día siguiente de la "movida"...


Nos salvó el que el agua estuviera aún fría de narices a esas alturas de la temporada así que nos podíamos evadir de todo ese zoo de tanto en cuando. Se nos unían un par más de valientes cada vez que nos decidíamos a sumergirnos en un mar que sigue siendo alucinantemente limpio y transparente en esa parte de la isla.

Con una toma de contacto playera así de peculiar, uno empieza a estar mucho más sensibilizado a los cambios radicales y se dedica a visitar sus lugares habituales para ver si la cosa se ha desmadrado de igual manera. Sinceramente NO. Y estamos muy felices por ello, no lo vamos a negar. Más bien al contrario, la isla se ha volcado en atraer un turismo de calidad. Se aprecia la voluntad mucho más centrada en atraer el lujo y el dinero que en continuar soportando a la masa de borregos alcoholizados y medio lobotomizados que echan de sus respectivos países a la que empieza el calor. No podemos poner en duda la inteligencia de las élites del norte de Europa que muy astutamente se libran de toda la chusma gritona esos meses de calorcito y nos los envían para el sur. Cuentan con la complicidad maliciosa de los señores de Ryanair que nos los van poniendo a tono con sus técnicas de tortura habituales antes de pisar tierra pitiusa. Eso sí, luego no se olvidan de venirse una semanita a todo tren para ver como le va a su ganado, protegidos tras las cintas que rodean sus mesas megavip en el Blue Marlin o el Lio.

El verano promete. Ya tengo en mi lista "Cuarto Milenio" un montón de misterios por resolver. Voy a empezar investigando por qué los ciclistas en Ibiza se pasan las normas de tráfico por el pistón y circulan todos ellos en doble, triple o cuádruple fila comentando jocosamente la majestuosidad de ese olivo centenario que adornaba la última curva o las majestuosas curvas de la rubia que acaba de adelantarlos en ese enorme Hummer limousine. Tengo un faenón, la verdad, porque con la invasión de licras y aparatos a pedales que se ha concentrado en las carreteras de la isla este año, no voy a dar abasto...

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