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jueves, 15 de agosto de 2013

¿Y vosotros qué hubierais hecho?

Os pongo en situación. Ganas de terraza y tapitas una noche de verano. Decidimos hacer caso al amigo Xescu Prats de Ibiza5Sentidos y nos vamos para el centro de la isla a probar una de sus recomendaciones, que siempre son apuesta segura.


Conducimos hasta Santa Gertrudis, pueblecito que desde hace unos pocos años se ha convertido en uno de los puntos de reunión favoritos de los residentes en Ibiza. Durante todo el año. Si uno se pasea por sus calles en una noche de verano encontrará una oferta gastronómica variada en un sinfín de terrazas encantadoras, colas frente a Can Costa para comerse uno de sus fantásticos bocatas, velas e iluminación tenue e los restaurantes, familias con niños disfrutando de un paseo y un buen cucurucho de helado. En fin, un lugar imprescindible para el visitante y el ibicenco.

Pues bien, escogemos uno de los dos bares de tapas, con una de esas terracitas encantadoras de las que mencionaba un poco más arriba. Una carta de tapas original, con una fusión de influencias asiáticas y mediterráneas: pinchos de pollo en hierba limonera y salsa sate, lasaña de berenjenas, falafell casero, etc... Todo buenísimo, con dos niñas encantadoras atendiendo las mesas, musiqueta de fondo, brisa y tranquilidad. Pero claro, eso no fue todo (si no, no estaría escribiendo esta entrada del blog). 

Y es que el entretenimiento lo completaba la "fauna" del local... Por un lado un caracol que se paseaba por las botellas de la barra, atrayendo la atención de un gato que se comportaba como si fuera el amo de la terraza. 


Claro, eso no tendría ninguna importancia si no estuviera cenando con mi señora esposa, que además de alergia, tiene una fobia enorme a los mininos... El peligro de que saliera la mesa volando, con todas sus tapitas y sus cañas, en el momento que al gato se le ocurriera pasar por debajo de sus piernas le añadía emoción a la velada. Preguntada la camarera sobre el origen del gato supimos que era él en realidad el que cortaba el bacalao en el local. Llevaba allí más años que el negocio y no había manera de librarse de él. Los "schoo-schoo" que le íbamos soltando, no provocaban más que curiosidad adicional en el bicho. Así que desistimos de intentar asustarlo y decidimos pasar de él ya que parecía la única manera de conseguir que se alejara. 

Pero eso, por supuesto no podía ser todo. Cuando la tercera cucaracha de la noche pasó a toda mecha por entre mis pies, la cortada de rollo era tal que pedimos la cuenta de inmediato, con unas ganas enormes de salir de allí. Yo estaba en ese momento a punto de escribir mi crítica en Foursquare, recomendando el local. Las ganas de comentar entonces el tema de la "fauna" eran enormes. Lo cierto es que me abstuve de hacerlo ya que era una verdadera cabronada. Uno se queda con la duda de si es un problema de falta de higiene del bar, o del clima, o del saneamiento del pueblo. También pensé en comentar el problema directamente con las camareras, pero sinceramente me parecía una jugada que podía ser interpretada con alguna intención diferente de la que en realidad tenía: echarles una mano con un problema que podía afectar seriamente un negocio en el que parecen estar volcando cierto esfuerzo e ilusión.


Decidimos pasar de todo y marcharnos, dar las gracias y "buenas noches". No se si fue una reacción egoísta, poco solidaria o simplemente normal cuando uno lo que busca es pasar un rato agradable y no tener que darle el toque a nadie. Evidentemente nos marchamos con el convencimiento de no volver más a pesar del buen servicio y la excelente comida. Fuera la que fuera la reacción que los responsables del local hubieran tenido a nuestros comentarios no creo que volvamos. Así que, ¿para qué perder el tiempo? 

Pero bueno, uno siempre se queda con la duda, así que supongo que entenderéis ahora la pregunta que da título a esta entrada. ¿Y vosotros, qué hubierais hecho?


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