Pages

jueves, 21 de febrero de 2013

Motivos para el optimismo (parte I)

Algunos me tacharéis de frívolo o puede que de excesivamente optimista, pero me gusta lo que vislumbro al final de esta crisis que vivimos. Para alguien con la suerte de estar a cierta distancia de todo esto, tanto física como mental, es algo que se empieza a percibir con más claridad en los últimos meses. Olvidémonos de cifras, estadísticas y demás "armas de destrucción anímica". Me refiero a una percepción real de que estamos ya entrando en el principio del fin. Sí, me atrevo a decir que así lo percibo y así lo siento desde hace unos pocos meses, aunque luchemos aún todos los días contra una avalancha de discursos y noticias contradictorios.


Por supuesto nos costará mucho llegar a los niveles de antes del “gran bajón” actual. Eso si algún día llegamos, porque dudo mucho que nuestra sociedad se permita el lujo de volver a caer en semejante desbarajuste. Veo demasiadas señales de que eso no volverá a ocurrir y por supuesto veo con verdadero optimismo que no será así porque nosotros ya nunca volveremos a ser los mismos de antes.

No cabe duda de que esta vivencia nos ha hecho a todos mucho más resabiados, mucho más prudentes, hasta desconfiados, si lo preferís. Estamos compartiendo entorno con gente que ha caído mucho más profundamente en el pozo en el que estamos todos, y eso nos ha dado una nueva consciencia sobre el valor de la solidaridad y del esfuerzo colectivo. De esta “gran depresión” que vivimos vamos a salir más fuertes y sí, más solidarios. Mucho más concienciados de donde hemos fallado para no volver a cometer los mismos errores. Pasando de ideologías más o menos liberales, siempre he creído que hemos sido los niños mal criados de “papá Estado” en las dos o tres últimas décadas. La realidad se ha ocupado ahora de darnos un buen guantazo para hacernos madurar de golpe. Nos toca asumir que las ayudas sociales van a tener que ser mejor dirigidas, bien enfocadas para que lleguen a los que más las necesitan. Y el resto deberemos pasar con un poco menos. Lo que parece seguro es que se van a acabar los mamoneos, el derroche, los amiguismos y las corruptelas descaradas. Vamos a estar mucho más atentos a quién y a cómo administra nuestro patrimonio común y difícilmente volveremos a permitir lo que hemos permitido ni volveremos a mirar para otro lado mientras ese desmadre no nos afecte a nosotros de forma directa. Eso se acabó.


Vislumbro ahora una sociedad ya emergiendo con otros valores. Puede que de inicio sea porque estamos muy poco dispuestos a tragar de nuevo todo lo que hemos tragado, más que por un convencimiento profundo y maduro. Pero mientras este primer paso se dé, a mí ya me vale. Necesitamos reajustarnos, hacer un “reset”, deshacernos de toda la porquería que nos ha dirigido y se ha aprovechado del sistema para agenciarse unos privilegios que no merecen. Me parece percibir con seguridad que estamos todos listos para empezar a apuntarnos a esa regeneración que todos estamos necesitando para sanear nuestros ánimos y encarar el futuro con la ilusión que todos merecemos.


Dicen que debemos siempre recordar de dónde venimos para saber hacia dónde vamos. Puede que aún no estemos todos de acuerdo o incluso no tengamos todos claro hacia dónde queremos ir. Pero lo que seguro sabemos todos, sin excepción, es que no queremos continuar por este mismo camino. Y ese, queridos míos, es para mí lo que marca un nuevo comienzo que no puede ser más que esperanzador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario