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sábado, 4 de febrero de 2017

"Nativismos" y saturación turística

En los últimos años estamos viviendo un boom turístico sin parangón en las costas mediterráneas, las Baleares y, en general, el Sur de Europa. La salida paulatina de la crisis financiera que nos ha complicado la vida desde 2007 y los problemas de seguridad que sufren los países del Norte de África han dirigido toda la demanda hacia nosotros. Estamos realmente desbordados y todo apunta a que lo peor está por llegar.



La continuada presión turística está desfigurando muy rápidamente la identidad y el paisaje de esos lugares donde durante décadas parecía haberse encontrado un equilibrio. Barcelona es una ejemplo clarísimo de esa presión donde barrios enteros se han convertido en un gigante parque de atracciones para los guiris donde todos los servicios se han orientado hacia ellos. Miles de pisos han dejado de estar disponibles para alquileres residenciales y se ofrecen (con o sin licencia) a turistas por unos precios que fácilmente cuadruplican la rentabilidad para sus propietariosEso inevitablemente está desplazando a los habitantes de toda la vida que no tienen más remedio que irse a vivir a barrios periféricos o a ciudades dormitorio del extrarradio.  

Los problemas de movilidad se multiplican a la vez que los de convivencia en aquellos barrios donde los residentes están hartos de vivir rodeados de esa frenética actividad turística. Vemos noticias a diario de incidentes en la Barceloneta, el Gótico o el Raval a causa de esa difícil convivencia. La reacción de los vecinos se ha transformado en muchos casos en un rechazo hacia el turista y un clamor por recuperar la esencia de los barrios que los barceloneses quieren volver a sentir como suyos. Es esa actitud la que varios analistas han coincidido en llamar "nativismo".



El gobierno municipal parece que se ha tomado en serio el problema que supone esa saturación turística para los residentes de Barcelona. A pesar de que me causa cierta vergüenza ajena ese postureo continuado y esa supuesta superioridad moral de la "nueva izquierda" que representa perfectamente Ada Colau, no tengo más remedio que aplaudir la actitud del ayuntamiento de mi ciudad natal. Como primera medida, tal y como tomó posesión del cargo, declaró una moratoria hotelera de nuevas licencias hasta tener una idea clara de la dimensión del problema. A eso se añadió un control férreo sobre los pisos turísticos y una presión firme sobre plataformas de alquiler vacacional como Airbnb, Homelidays o Owners Direct. La idea, en palabras propias de la alcaldesa, era frenar ese caballo desbocado en que se había convertido el turismo en la ciudad para tener tiempo de respirar y poder estudiar a fondo la problemática. Evidentemente hubieron muchísimas voces que se lanzaron a lincharla mediáticamente por su insensibilidad hacia los proyectos en marcha y las licencias ya solicitadas. 



Su moratoria hotelera no ha pretendido más que desaturar zonas de la ciudad que ya se encontraban desbordadas y desviar esos nuevos proyectos hacia barrios que tradicionalmente no son tan turísticos ni tan populares entre los visitantes de la Ciudad Condal. Sobre el papel, es una medida sensata, seria y bien meditada. Veremos a medio y largo plazo si consigue difuminar un poco la presión sobre ciertas áreas de la ciudad repartiendo el peso de la demanda por toda ella.

¿Y en Ibiza? ¿Nos suena de algo esa problemática? Evidentemente estamos subidos también a ese caballo desbocado pero aquí, siendo una isla tan pequeña, el problema se magnifica y se multiplica sin remedio. Si una ciudad como Barcelona, con toda su potencia y sus posibilidades, está sudando sangre para dominar a la "bestia", ¿qué podemos hacer nosotros? Causa mucha frustración tanta palabrería y tanta pretensión de tomar medidas cuando ves que no hay medios detrás para efectivamente tomar algo de control de la situación. Las nueva legislación sobre los alquileres turísticos, en las que cada ayuntamiento, consell insular y Govern Balear tienen potestad para decidir mantienen el mismo nivel de confusión. La nueva normativa no soluciona nada si no hay un cuerpo funcionarial que la supervise y se ocupe de su cumplimiento. 



Flota en el ambiente una mala leche general entre todos los residentes de Ibiza. No solo nos hemos resignado a no poder disfrutar de nuestras mejores playas y atracciones en verano. Sentimos la presión creciente en nuestro entorno, sobre todo en lo que se refiere a los precios de los alquileres y a la saturación de nuestras infraestructuras y servicios. No ayuda nada a calmar los ánimos que encima desde Mallorca se continúe chuleando al resto de las islas con los presupuestos y los repartos de la ecotasa. Esos fondos deberían servir para tomar medidas inmediatas y visibles para proteger las áreas más sensibles de nuestro patrimonio, las que más sufren la presión del turismo año tras año. 

Aquí en Ibiza ese "nativismo" que ha ido creciendo en los últimos tiempos parece ser mucho más minoritario pero tiene más mala leche. Es fácil de entender ya que se siente mucho más huérfano y desamparado por sus autoridades locales que en otros lugares donde se enfrentan a los mismos retos con cierto criterio. ¿Cómo nos vamos a fiar de una gente que lleva 1 año para llevar a la cabo la mejora de una travesía de 800 metros en Jesús que debía acabarse en 45 días? Encima con unos defectos de obra indecentes de los que nadie se quiere responsabilizar. ¿Cómo podemos pensar que esa gente sea capaz de solucionar una problemática tan compleja? Ni en un millón de años...



Esa mala leche que mencionaba hace un momento, se ha transformado en muchos casos en un dar palos continuados desde diversos medios locales a todo lo que rodea a la problemática actual. Muchas veces con razón... Pero en bastantes ocasiones con muchos prejuicios e información muy parcial. El caso que me toca más de cerca es el de los alquileres. He llegado a leer en un artículo reciente a un periodista local afirmando que el 50% de la oferta de viviendas turísticas está dirigido por mafias extranjeras. Esto no solo es exagerado sino que además es del todo falso. La oferta de alquileres turísticos en Ibiza está dominada por una demanda incontrolablemente al alza. Así de claro...



La avalancha de solicitudes que los agentes inmobiliarios recibimos semana a semana no hace más que aumentar conforme nos acercamos a una nueva temporada. Esa demanda descontrolada, junto a un buen montón de malas experiencias en el pasado tanto con intermediarios poco profesionales (incluso piratas en algunas ocasiones) como con algunos inquilinos indeseables, han provocado que los propietarios tomen una posición de fuerza que ha disparado los precios de forma imparable. Año tras año las condiciones se endurecen mientras siguen creándose nuevas oportunidades de trabajo en temporada que no hacen más que multiplicar el efecto llamada. 

Es obvio que en situaciones tan extremas acaban apareciendo parásitos que se aprovechan de las circunstancias y de la necesidad de muchos residentes desesperados por no poder encontrar alquileres a precios asequibles. Pero, en mi experiencia diaria, son una minoría a la que propietarios serios y agentes profesionales estamos desplazando hacia una posición cada vez más marginal. La situación de mercado a la que esta demanda brutal nos está llevando otorga oportunidades a ambos colectivos de ganarse la vida de manera legal y decente. 




La historia tiene una muy difícil solución. Mucha queja y mucho supuesto malestar pero a la hora de ir a votar, aquí en Ibiza se sigue confiando en los mismos que en los últimos 40 años no han sabido (o no han querido) pensar en cómo afrontar el futuro de la isla garantizando cierto equilibrio. Alternativas con una visión mucho más localista, con ideas sensatas sobre cómo afrontar ese futuro, han acabado marginadas y relegadas a la mínima expresión. Así nos va...



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